Ecos de la diversidad sexual en Nicaragua: resistencia y lucha por los derechos LGBTIQA+

En Nicaragua la diversidad sexual enfrenta una “crisis silenciosa”. La represión estatal desde el año 2018 profundiza desigualdades, pero la lucha por el respeto y la dignidad continúa, incluso en el exilio.

diversidad sexual
Aunque no existe registro por el hermetismo de la primera dictadura sandinista, en la memoria histórica de activistas de la época el hecho marcó un gran antecedente.

Según relatos en la historia de Nicaragua, en 1989, en el décimo aniversario de la revolución sandinista, se realizó lo que simbólicamente se considera la primera marcha del Orgullo, con 50 homosexuales y lesbianas la mayoría de ellos parte del FSLN y el Ejército Popular Sandinista del entonces. Sin embargo, estas personas enfrentaron una “persecución tremenda, encarcelamientos y torturas”, revela activista desde el anonimato.

“Querían que confesaran que estaban siendo financiados y que tenían vínculos con la oposición de ese momento; porque no concebían la necesidad de presentarse públicamente mostrando sus identidades”, añade el activista asegurando que muchas de estas personas ya murieron o se exiliaron.

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Ser parte de la comunidad LGBTIQA+ (Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transgénero, Intersexuales, Queer/Cuestionando, Asexuales, y el «+» para otras identidades) fue ilegal en Nicaragua. “El Artículo 204 del Código Procesal Penal”, creado en 1992 bajo el gobierno de Violeta Barrios, y referente a la sodomía, penalizaba las relaciones entre personas del mismo sexo con hasta tres años de cárcel, lo que era traducción de un “profundo rechazo” a cualquier expresión de género u orientación que se apartara del modelo heterosexual. 

diversidad sexualDurante el gobierno de Arnoldo Alemán (1997-2002) se registraron encarcelamientos de personas de esta comunidad bajo esta ley; el caso de la Masatepina Aura Rosa Pavón es uno de esos, una lesbiana encarcelada y luego asesinada sentó un precedente de esa aberrante ley en esos años, y como han añadido muchas y muchos activistas, los números pueden ser mayores por el silencio de las autoridades y la falta de accionar de la sociedad civil y el silencio de una sociedad en complicidad.

Por el crimen de odio de Pavón fueron condenados tres personas, Daniel Nororis Tapia, Melba Rosa Muñoz a 20 años de prisión y Feliz Fernando Garay a año s por complicidad, condenas ya culminadas.

Un paso adelante, dos atrás: Los derechos LGBTIQA+ en la Nicaragua de hoy

Un logro significativo se dio en 2008, cuando el gobierno de Daniel Ortega derogó el Artículo 204, lo que condujo un ciclo de “mayor flexibilidad” y permitió que la comunidad LGBTIQA+ socializara con menos temor, incluso en bares que antes operaban en la clandestinidad. No obstante, esta derogación se produjo simultáneamente con la penalización de aborto en todas sus formas en Nicaragua.

Bajo esta despenalización se creo la oficina de diversidad sexual en la Procuraduría de Derechos Humanos, bajo una negociación con algunos grupos de diversidad sexual más allegados al sandinismo, El anuncio de la creación de este cargo se hizo en un foro centroamericano en 2008, según el Centro de Documentación de Calas de la Universidad de Costa Rica.

La nombrada fue Samira Montiel, una activista lesbiana que este noviembre cumplirá 16 años en el cargo, con un mínimo o nulo actuar, más que salir en redes sociales apoyando cartillas sin efecto o saludando algunas fechas que considera el sandinismo relevante.

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mujeres de Nicaragua
María Teresa Blandon, socióloga feminista nicaragüense en el exilio.
Foto: Intertextual.

Aunque hubo una despenalización formal de la “sodomía”, no se establecieron normativas claras para bordar las disidencias sexuales y de género, lo que plantea dudas sobre si las leyes y políticas públicas realmente reconocen a estas personas como ciudadanas, revelo la activista feminista María Teresa Blandón a Intertextual en el marco de una investigación.

La crisis sociopolítica iniciada en 2018 ha significado un grave retroceso para la comunidad LGBTIQA+ profundizando las desigualdades de género y planteando nuevos desafíos.  La represión gubernamental se ha acentuado, impactando severamente esta la comunidad. 

Con el cierre de más de 5,700 organizaciones de la sociedad civil, que incluye 17 organizaciones promotoras de los derechos de la comunidad diversa ha dejado un vacío tangible en un país marcado por la discriminación. Estos cierres significaron la perdida de atención médica esencial, asesoramiento legal y el fortalecimiento de lazos comunitarios. La capacidad de la comunidad para organizarse formalmente y abogar por sus derechos ha sido desmantelada.

Mes del orgullo en Nicaragua: cifras preocupantes 

En este sombrío panorama de retrocesos y discriminación sistemática, el mes de junio, dedicado globalmente al Orgullo LGBTIQA+, se convierte en Nicaragua en un agridulce recordatorio de la “crisis silenciosa” que enfrenta la comunidad diversa a diario en el país centroamericano.

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El 2025 marca 56 años desde los disturbios de Stonewall, un hito que impulso el movimiento moderno por los derechos LGBTIQA+. Pese a décadas de lucha, en Nicaragua, la violencia contra la comunidad diversa, especialmente las personas transgénero, no solo persiste, sino que se recrudece. Organizaciones internacionales reportaron que 2024 cerró con la mayor cantidad de asesinatos de mujeres transgénero en 25 años a nivel global.

El Observatorio LGBTIQ+ de Nicaragua coincide con estas denuncias, registrando 9 muertes violentas de mujeres trans en el país desde 2023. Estas víctimas, provenientes de Estelí, Masaya, Camoapa, Rivas y Managua, no superaron los 40 años y, lamentablemente, ninguna ha obtenido justicia.

diversidad sexualLa violencia que enfrenta la comunidad trangénero va más allá de los crímenes de odio. El Observatorio ha documentado las siguientes formas de agresiones en el periodo de septiembre de 2023 a mayo de 2025.

  • Violencia verbal: 30.6%
  • Violencia estatal: 23.6%
  • Violencia física: 19.7%
  • Violencia laboral: 10.5%
  • Violencia sexual: 6.1%
  • Violencia patrimonial 2.2%
  • Violencia digital: 1.7%

Según información recopilada de este organismo, los actos violentos ocurren en diversos espacios como: Los bares sitios frecuentes de rechazo por identidad de género, seguido por el ámbito familiar, donde se experimenta violencia verbal y sexual. Las instituciones estatales también son escenarios de discriminación, y las redes sociales son plataformas para el acoso constante.

Aunque la violencia digital figura con la puntuación más baja en los registros del Observatorio, es una situación que se repite con creciente constancia y con consecuencias devastadoras. Expertos en enfermedades psicológicas advierten que la violencia digital produce un grave malestar psicológico, que, aunque a veces pase desapercibido, puede generar un daño inimaginable.

El Observatorio ha registrado que el colectivo LGBTIQ+, y en particular las mujeres transgénero, experimentan acoso, amenazas, vulneración de información, mensajes agresivos, difusión de contenido sexual sin consentimiento y hostigamiento, principalmente a través de redes sociales mediante diversos formatos.

Memorias: resiliencia familiar, nuevos horizontes

Las cifras y los datos pintan un panorama desolador, pero la verdadera magnitud de esta crisis se entiende a través de las experiencias personales. La historia de Aleyda y su hijo es un testimonio vivo de cómo la represión impacta directamente las vidas de quienes no encajan en la heteronorma.

La situación de Aleyda, una abogada nicaragüense y defensora de derechos humanos y su hijo comienza con un exilo forzado de Nicaragua a Costa Rica hace aproximadamente un año y medio. Aleyda quien también formaba parte del Colectivo feminista 8 de Marzo y acompañaba a mujeres en condiciones de violencia, se vio obligada a salir debido a amenazas tras resistir en la clandestinidad desde 2018. Su hijo la siguió meses después. Esta madre e hijo encontraron en el estar juntos una gran fuente de fortaleza.

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Aleyda relata que la relación con su hijo es muy buena, estrecha y abierta. A pesar de haberse preparado para ser co-pastora de una iglesia evangélica, su percepción de ser “mente abierta” fue desafiadas por el miedo inicial que tuvo su hijo al revelarle su orientación bisexual.

En medio de la entrevista meditó, que este momento con su hijo la hizo comprender que, sin quererlo, ella le generaba ese temor a su hijo. No obstante, su aceptación fue total, rememora “hasta me acuerdo de que hicimos un arroz a la valenciana para celebrar su apertura, que él se había abierto conmigo”. Pero de ese momento en adelante, reconoce que los paradigmas machistas y los temores por la seguridad de su hijo en la calle estaban presentes.

El tiempo transcurrió y con orgullo esta madre menciona que fue su mismo hijo quien la introdujo al mundo del feminismo, invitándola a talleres de familias de la comunidad LGBTIQA+, marcando sus primeros pasos en el activismo feminista.

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En el exilio la activista feminista ha acompañado a su hijo, «nos hemos acompañado uno al otro» dice.

Aleyda sostiene una consigna firme “si la familia apoya, la sociedad no discrimina”. Su familia, aunque de tradición evangélica conservadora, nunca se atrevió a cuestionar la orientación de su hijo.

Aunque hubo una ocasión que la hizo sacar la casta de madre y demostrar su apoyo incondicional públicamente. «Recuerdo que una vez alguien hizo un comentario ahí todo raro y yo hice una publicación kilométrica. Y ahí expresé que no se equivocaran, que yo era del equipo de mis hijos y el que se metiera con mis hijos se iba a encontrar con una pared”.

Ese mismo espíritu de apoyo y valentía se refleja en su hijo, un joven muy querido en su barrio nicaragüense, conocido por su activismo y su constante disposición en ayudar a las personas, destaca esta mamá orgullosa.

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La adaptación en Costa Rica ha sido “bastante fuerte» para esta feminista nicaragüense y su hijo. En el exilio el primer año fue difícil sin trabajo, pero ha encontrado redes de apoyo en organizaciones de mujeres nicaragüenses exiliadas, como Popol Na, la Red de Mujeres Pinoleras, Las Volcánicas. Para ella Costa Rica ha significado un espacio de expresión, incluso si es de forma anónima, donde puede decir lo que piensa.

La convicción y poderosa postura de Aleyda como madre resonó con fuerza en la marcha del 17 de mayo del 2024, Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia, con un cartel que proclamaba: “Mi hijo no me avergüenza, me avergüenza tu discriminación”.  Así es, “para mí es una vergüenza que a estas alturas se siga discriminando, se siga maltratando, se siga persiguiendo a una persona por su orientación sexual, por su diversidad, nadie es igual a otro, somos diferentes, tenemos igualdad, no tenemos que ser idénticos”, sostuvo esta madre que no solo defendió a su hijo, sino que alzó su voz por el respeto y la dignidad de todas las personas diversas en una lucha que trasciende fronteras.

Discriminación y Exilio: La Lucha Continua de la Comunidad LGBTIQA+ nicaragüense

La dureza de las experiencias, tanto en Nicaragua con la represión a partir del 2018, como en el exilio, lejos de silenciar las voces, ha impulsado a muchos a buscar espacios de expresión y resistencia. 

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En Costa Rica “tengo mis espacios con personas donde yo puedo expresarme libremente, son espacios seguros” explica.

Jeafrey Lara joven bisexual antropólogo de profesión se enfrentó en Nicaragua a un riesgo inminente de represión por participar activamente en marchas autoconvocadas y pacificas en su país. Un vecino les aviso a su familia que él estaba en una “lista negra”, lo que les obligo a huir de su casa una madrugada. Esa travesía los mantuvo huyendo por casi seis meses, moviéndose de un lugar a otro para evitar su captura. 

A pesar de los riesgos y amenazas, la comunidad donde se crío el joven nicaragüense los protegía, dándoles avisos que les evitaron dieran con él y le quitaran su libertad e incluso su vida, obligándolo de manera forzada exiliarse en Costa Rica. 

Jeafrey, desde su perspectiva como antropólogo, describe una “ruptura entre lo que esperaba y lo que recibió” al llegar a Costa Rica. Aunque las leyes costarricenses parecen más progresistas en papel, la cultura no lo es tanto, advierte al declarar que ha experimentado rechazo y odio. “En Costa Rica yo he experimentado que no me van a gritar algo por mi identidad o mi expresión de género, pero se va a sentir el rechazo, incluso el odio en las miradas se siente más que en Nicaragua” resiente.

Su sentir lo ha obligado a desarrollar estrategias de seguridad, protección y contención ante la discriminación. Relata una experiencia en su primera marcha en el exilio, donde el rechazo hacia la vestimenta de una compañera trans fue tal que él mismo decidió “normarse en el tema de la ropa para evitar discriminación”.  Pues sus gustos con la vestimenta indica “son más fluidas, más Queer, cualquier ropa sin importar el género para el que lo crearon. Todo es que a mí me guste como me quede.”

Pero la situación de la ropa no es tan grave como es en Nicaragua el no poder reunirse, ni expresarse libremente por la censura gubernamental y represión que crece cada día. En Costa Rica “tengo mis espacios con personas donde yo puedo expresarme libremente, son espacios seguros” explica.

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La activista trans Yasuri Potoy dirige Mesart Lgbtiq Capitulo Costa Rica.

La estudiante de Psicología y activista trans Yasuri Potoy Ortiz, quien ha estado exiliada en Costa Rica por siete años por la crisis sociopolítica en Nicaragua, corrobora la experiencia de discriminación.

Potoy Ortiz ha enfrentado un sinnúmero de situaciones de discriminación basada en su identidad y expresión de género.

En un trabajo, su coordinador se refirió a ella diciendo “va a llegar a la oficina o va a entrar ahorita un él que se cree ella, pero ustedes saben que no podemos discriminar ni podemos hacer ningún comentario, porque pues ese es un problema.”

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Yasuri no se enteró en el momento de lo que ocurrió en su lugar de trabajo hasta que con el tiempo hizo un vínculo cercano con una de sus compañeras, pero reflexiona sobre el peligro de estas violencias simbólicas pero directas. “Hay mucha violencia y discriminaciones que pasan de las cuales nosotras ni nos enteramos, no nos percatamos… eventos que nos pueden poner a una exposición de peligro, de vulnerabilidad”. 

También se ha encontrado con personas que “remarcan en las etiquetas” en lugar de verla como persona. “Antes de ser la mujer trans, Yasuri es persona, es un ser humano y tiene las mismas aspiraciones que las demás personas”, sostiene.

Otro episodio que recuerda Sayuri es que su intento de acceder a “tratamiento hormonal” fue frustrado a pesar de tener un trabajo y contar con seguro. Hubo “falta de información y una actitud cuestionadora” de la doctora que la atendió, quien le pregunto, si estaba segura de lo que quería. “como si fuera una moda y no un tema de acceso de derecho” indica la activista.

Potoy decidió no continuar el proceso de tratamiento hormonal para proteger su “paz y bienestar” frente a un sistema que constantemente “la señala, ve, pregunta y cuestiona”.

Por otro lado, advierte que la violencia hacia la comunidad LGBTIQA+ ha incrementado con la virtualidad, donde ha encontrado “cantidad de mensajes de odio, de discriminación que normalizan patrones de conductas que reprimen nuestras cuerpas, que reprimen nuestras existencias y que quieren silenciar nuestras voces”.

Activismo, Arte y resistencia: dando voz a la lucha

A pesar de la adversidad, la comunidad LGBTIQA+ nicaragüense y exiliada persiste en su lucha. 

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Lara hoy incursiona en la comunicación, en su colaboración con la plataforma Infomedios en Costa Rica, desde hace unos meses.

Jeafrey Lara, siendo antropólogo y amante de la música, ha encontrado en el teatro cabaret una “salvación” y un medio para expresarse libremente. 

Menciona que, gracias al movimiento feminista, que le abrió las puertas a la formación y el acompañamiento pudo explorar este arte. El teatro cabaret “pone en perspectiva la necesidad que tenemos de burlarnos del poder y eso lo hacemos a través del cuerpo que nos han negado ejercer, el cuerpo que nos han negado obtener el poder», subraya. A través de personajes como la cucaracha o una hiena ha abordado temas “como la corrupción, la violencia hacia cuerpos disidentes”, añadió el artista.

Para él, el cabaret es una herramienta para resignificar el daño, procesarlo y continuar la lucha con más conciencia, utilizando el maquillaje empoderador, la creación de vestuarios y la narración de historias.

Lara se imagina una obra de teatro cabaret donde las personas LGBTIQ+ hacen “revolución” creando su propia “acta de independencia” y declarándose “cuerpos y territorios soberanos independentes” frente a la “corona de la heteronorma y el patriarcado”… Él cree que no deberían seguir a los políticos, sino hacer que los políticos les sigan a ellos, ellas y elles desde su propia agenda y derechos.

Así, desde el exilio y a través del arte, Jeafrey Lara no solo resiste, sino que redefine la lucha, transformando el dolor en una poderosa declaración de soberanía y autoafirmación.

La voz de Yasuri Potoy Ortiz:  Un llamado al respeto y la acción 

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Desde el exilio Potoy continua su lucha por las personas de diversidad sexual.

Para Yasuri Potoy Ortiz, la lucha contra la discriminación LGBTIQA+ es multifacética y va más allá de conmemoraciones. Enfatiza que es “fundamental la educación y la desconstrucción de estereotipos”. Para ella, el objetivo no es la “tolerancia”, sino el respeto que demanda una “voluntad de reconocer nuestra existencia y la comprensión de que las personas diversas ya poseen derechos inherentes, sin pedir algo que no sea ajeno a lo que ya gozan estas otras personas” enfatiza.

La situación en el exilio añade una capa de complejidad a esta lucha. Potoy Ortiz destaca la “desconfianza ante las instancias garantes de nuestros derechos”, una realidad que enfrenta tanto en Nicaragua, donde son inexistentes, como en Costa Rica, donde se ven debilitadas. Para contrarrestar esta vulnerabilidad, aboga por un “frente común y un marco jurídico” que salvaguarde los derechos ya conquistados, evitando cualquier retroceso y exigir “mecanismos de justica reales de reparación y no repetición”. 

Su experiencia personal en Costa Rica, al ser migrante y diversa, la coloca en una “doble vulnerabilidad, donde ningún lugar es seguro para estar”, lo que subraya la urgencia de estas demandas.

En el ámbito mediático, Yasuri reconoce a los medios como una fuerza social muy importante capaz de movilizar el pensamiento. Sin embargo, lamenta el “constante sesgo” en la cobertura de crímenes de odio y transfeminicidios, donde a menudo “violentan nuestras identidades de género”. Es fundamental que las noticias «dignifiquen a la persona» y eviten reforzar prejuicios o naturalizar el odio, recalcó.

Finalmente, para que la lucha LGBTIQA+ tenga un impacto real más allá del 28 de junio, Yasuri Potoy hace un llamado a las organizaciones y entidades que se autodenominan aliados a demostrar un compromiso real y no solo simbólico. Cuestiona la paradoja de que muchas entidades de empleo “cierran la puerta en la cara a las personas LGBTIQ+ el resto del año, a pesar de marchar en el Día del Orgullo.”

 La invitación de la activista es a una “mayor conciencia y a no alimentar el odio, sino a florecer desde la forma en que nos encontramos las unas con los otros, les otres, e ir construyendo, siendo redes seguras”. 

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