Por: Victor Manuel Perez/ editaint24@proton.me
La triste conmemoración de uno de los capítulos más oscuros de la historia reciente nos invita a reflexionar sobre la naturaleza humana y sus manifestaciones más crueles.
Hace treinta años yo estaba por cumplir tres meses de nacido, y Ruanda se esta convirtiendo en el escenario de un genocidio atroz que dejó un saldo de más de 800,000 personas masacradas en tan solo cien días, como lo demuestran los cientos de informes sobre el hecho.
A treinta años solo me pregunto ¿Cómo es posible que en pleno siglo XX, con todo nuestro «supuesto» avance moral y tecnológico, seamos capaces de cometer actos de tal magnitud?
El genocidio en Ruanda no fue un incidente aislado. Sucedió en un contexto de tensiones étnicas y políticas exacerbadas por décadas de manipulación y división culpa también de la colonización que aun en nuestra época no reconoce los errores y nunca ha buscando .
La deshumanización del «otro», la propaganda de odio y la incitación a la violencia fueron herramientas utilizadas por los líderes políticos y mediáticos para sembrar el terror y justificar la barbarie. Pero ¿qué nos lleva a caer en esta espiral de odio y destrucción?
Para entender la crueldad humana, debemos analizar no solo los eventos en Ruanda, sino también compararlos con otros acontecimientos similares en la historia reciente. En Nicaragua, por ejemplo, vivimos una historia de dictaduras y represión que, aunque distinta en forma, comparte elementos de opresión y violencia.
Historia de colonos arrebatando la vida de pueblos originarios en Nicaragua invaden las noticias, estos colones apañados por la misma dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Pero la historia de 2018 en Nicaragua nos recuerda que la crueldad de las dictaduras nos arrebató al menos 320 ciudadanas y ciudadanos y que ha dejado una herida profunda en nuestra sociedad.
Las dictaduras, con su afán de perpetuarse en el poder a cualquier costo, están dispuestas a someter a su pueblo a la más brutal represión y censura, sin importar el precio humano que esto conlleve o las consecuencias que nos acarrean.
La historia nos muestra que las potencias mundiales, lejos de actuar como garantes de la paz y la justicia, muchas veces han sido cómplices por acción u omisión de atrocidades como las ocurridas en Ruanda y Nicaragua. La colonización, que dejó profundas heridas en la estructura social y política de muchos países africanos, sentó las bases para conflictos futuros.
Y el inactuar de las potencias ante estas tragedias solo perpetúa el ciclo de violencia y sufrimiento, que nos deja como enseñanza que las colonizaciones solo nos hacen útiles por un tiempo y cuando ya no solo se lavan las manos como Pilato y vuelven la cara esquivando una realidad impuesta por sus actuares.
Es urgente que como sociedad nos preguntemos por qué somos capaces de cometer actos tan inhumanos y qué podemos hacer para prevenirlos en el futuro. La educación en valores de respeto, tolerancia y empatía es fundamental, así como la promoción de la justicia y la rendición de cuentas para aquellos que perpetran crímenes de lesa humanidad.
Treinta años después del genocidio en Ruanda, y en medio de la crisis en Nicaragua, no podemos permitirnos ser indiferentes. Debemos aprender de la historia y trabajar juntos para construir un mundo donde la crueldad y el odio no tengan cabida, donde la dignidad y los derechos humanos sean respetados en todo momento y en todas partes.
Y cuestionarnos del ¿Por qué los humanos somos tan crueles?
